Por Santiago Goyer
El cofundador de la empresa estadounidense Facebook, Mark Zuckerberg, ha anunciado hace algunas semanas que la empresa ha decidido cambiar su nombre a “Meta”. Este cambio de nombre – que ya podemos evidenciar cuando abrimos whatsapp, Facebook e Instagram – viene acompañado de una voluntad explícita de la compañía de desarrollar lo que denominan un “Metaverso”, un entorno digital que busca difuminar aún más los límites entre lo “virtual” y lo “real”, dónde los usuarios puedan interactuar a través de experiencias digitales más inmersivas.
Metaverso, Avatar, ex-neologismos acuñados por Neal Stephenson en su novela cyberpunk “Snow Crash” de 1992. Sintetizando su arco argumental y sin ánimos de “spoilear” al lector, podríamos decir que Snow Crash transcurre en un futuro distópico, donde los Estados han cedido gran parte de su soberanía a las corporaciones; donde un “héroe” descubre un virus (snow crash) que se transmite a través de la realidad física o dentro del metaverso, y será él, junto a otro grupo de héroes/hackers, los que darán la batalla tanto en el plano terrenal como en su forma de avatar.
Lo que apenas 30 años atrás era tan solo una obra de ciencia ficción, hoy se encuentra a la vuelta de la esquina. Sin duda alguna, la novela de Stephenson ha sido fuente de inspiración a las sucesivas generaciones que habitan y habitaron Silicon Valley, siendo Zuckerberg probablemente uno de ellos. Tras el anuncio de “Meta”, el propio Stephenson alego en su cuenta de twitter que el nombre elegido por la compañía tiene una clara referencia a su obra y que no existe ningún tipo de relación comercial entre él y Zuckerberg.
Algunas versiones sostienen que lo acontecido semanas atrás es tan solo una lavada de cara, puro maquillaje, para limpiar su imagen tras las filtraciones de la ex empleada Frances Haugen que evidencian ciertos manejos “cuestionables” de la compañía. Pero repasemos la concatenación de eventos que culminaron con el anuncio ya mencionado del pasado 28 de Octubre:
Hacia fines de Septiembre The Wall Street Journal lanzó una serie de entrevistas con informantes claves denominadas The Facebook Files que puede leerse aquí. El domingo 3 de Octubre el programa norteamericano 60 minutes reveló la identidad de la informante – Frances Haugen – y en una notable entrevista profundizó sobre los temas expuestos anteriormente por WSJ. El 4 de Octubre todos los usuarios de Facebook vieron interrumpida su comunicación con los servidores durante más de 6 horas – ya vertimos nuestra opinión en esta nota -. Ese mismo día Facebook perdió cerca de 6 mil millones de dólares. Veinte días más tarde, se realizó el anuncio que conocimos. El Metaverso era parte de la agenda propuesta – y oportunamente anunciada- por Zuckerberg, aunque sea probable que el octubre turbulento que vivió Facebook haya acelerado las decisiones.
Ahora bien, si nos detenemos en analizar las obras de ciencia ficción que abordan temas semejantes como el metaverso lejos de ver un futuro promisorio, probablemente caigamos en la apatía y la impotencia. Ni The Matrix, ni Ready Player one, siquiera la propia obra de Stephenson pueden ser tomados como argumentos válidos a la hora de arriesgar una hipótesis sobre el futuro de Meta. La reacción ludista, de oponerse a un avance que muchos coinciden como inevitable, solo podría conducir a ralentizar la organización -social y Estatal- necesaria para delimitar el amplio abanico de posibilidades que arrojar la creación de este “universo digital”. Si tras la caída de la manzana, Newton dio a luz a la ley de la gravedad, Zuckerberg en este universo será el dueño de la manzana, del árbol, de la gravedad y del propio Newton. Quién ingresa y egresa, qué información se almacenará y en dónde, quién tendrá el acceso restringido, desde qué dispositivos se permitirá ingresar, como será el comercio, existirán las NFT y tantos otros interrogantes.
La amenaza que supone lo desconocido genera incertidumbre y desde luego un temprano rechazo. Sin embargo, no partimos de una tabla rasa, hemos estudiado, investigado, y arrojando luz sobre los riesgos y amenazas que suponen el mínimo o nulo control de estas plataformas. Hemos aprendido, tras la expansión de las redes sociales, que la vulnerabilidad de nuestros datos, la manipulación de la información, son un problema Político y un gran riesgo para la democracia. Son los Estados, los que deben intervenir ante el avance anárquico del capital y sus plataformas. Oponernos sin más, solo por odio primitivo hacia las máquinas, nos quitará la posibilidad de investigar, regular, concientizar, inclusive, hacer un uso provechoso de esta nueva tecnología en un futuro cercano.
Este artículo fue publicado por primera vez en Contraeditorial