Del desarrollo a la ciudad informacional: ¿construiremos nuestro propio sendero?

Por Matías Galgano

Es innegable que desde la última década del siglo XX estamos viviendo transformaciones socio-técnicas cada vez más aceleradas. La cultura, la política y la sociedad están en permanente tensión a la hora de elaborar herramientas de gestión que den cuenta de los nuevos patrones globales de acumulación.

Esto ya no es hablar de globalización, fenómeno harto estudiado, sino que implica contemplar la realidad de nuestros territorios. El cambio en los hábitos de consumo, de habitar, de comunicarnos, de socializar, de trabajar, entre otras muchas cosas, impactan directamente en las instituciones socio-políticas que construimos para hacer frente a esos cambios.

El cambio es una transformación de paradigmas. La idea de la organización industrial del capital que estructuró durante 40 años la vida del mundo hoy, por supuesto, no existe más. Pero es necesario repensar este cambio a la luz de nuestras geografías.

Toda modificación tiene impactos y estos no conducen a los mismos resultados, principalmente porque la distribución global del  poder es asimétrica. Por lo que era de esperar, allá por los albores de la década de los 90, que el impacto de la globalización y los cambios inherentes a ella decantara en resultados diversos.

El cambio en los hábitos de consumo, de habitar, de comunicarnos, de socializar, de trabajar, entre otras muchas cosas, impactan directamente en las instituciones socio-políticas que construiremos.

Ahora bien, interesa aquí solo esbozar las ideas principales del cambio en el enfoque sobre el desarrollo. Como se dijo ya hace tiempo, el desarrollo es, en definitiva, crecimiento más cambio (ONU, 1962). Esto tiene entonces dos aristas: el cambio y el crecimiento. Mucha agua ha pasado bajo el puente acerca de las modificaciones que habría que concretar para avanzar hacia caminos de crecimiento sostenido que permitan llegar al cambio necesario.

Hoy se plantea a la inversa. Se dice que sin cambio no hay crecimiento y mucho menos desarrollo. Por lo cual, necesitamos modificar los patrones de organización de nuestras sociedades para llegar a niveles de sostenibilidad del crecimiento que permitan mejorar las condiciones de vida de nuestra población (en definitiva, eso es el desarrollo).

Ahora bien, Castells (1995) plantea que ese cambio ya se dio, o por lo menos se está dando vertiginosamente. Postula el pasaje del desarrollo industrial (es decir, la sociedad industrial) a un desarrollo informacional (sociedad informacional o en red). ¿Qué implica esto?

Se sostiene que las transformaciones tecnológicas empujan hacia una modificación en los patrones de organización socio-técnica y esto, a su vez, a una reestructuración del capitalismo. Lo que también depara una reestructuración territorial que no es otra que la geografía discontinua y dispar del capital globalizado.

Este nuevo paradigma, según Castells, tiene dos rasgos fundamentales: 1) las tecnologías están al servicio del procesamiento de la información, y 2) los efectos de las innovaciones recaen sobre los procesos más que en los productos.

Entonces, la hipótesis central es que este cambio de paradigma (el desarrollo informacional) se sustenta sobre la convergencia de avances tecnológicos de procesamiento de información y depara un tipo específico de organización socio-técnica.

Esta nueva organización socio-técnica es en definitiva la ciudad informacional. Una idea y una construcción territorial que pondera de mejor manera el avance tecnológico en materia de procesamiento de información. En la ciudad nosotros generamos permanentemente información, por lo que se entiende que esa información hoy puede ser sistematizada y analizada de manera tal que su organización esté en función de las nuevas capacidades técnicas.

El boom de las “ciudades inteligentes”, muy presentes en el discurso de referentes políticos de diferentes extracciones partidarias, en parte tiene que ver con esta hipótesis.

Ahora bien, es un deber de quienes pertenecemos a los ámbitos académicos y profesionales asociados a las políticas públicas problematizar estos conceptos.

El nuevo paradigma tiene dos rasgos fundamentales: 1) las tecnologías están al servicio del procesamiento de la información, y 2) los efectos de las innovaciones recaen sobre los procesos más que en los productos.

La idea de ciudad inteligente, ciudad global o ciudad informacional no fue pensada para nuestras latitudes. Nuestras ciudades están muy lejos de ser una ciudad informacional. Buenos Aires, la ciudad más rica de la Argentina, es una urbe de tercer orden en el patrón económico globalizado. ¿Qué queda para Florencio Varela, Lanús, Almirante Brown, Lomas de Zamora, La Matanza o Tres de Febrero?

Tratar de pensar en patrones globales de organización socio-técnica desde el llamado subdesarrollo implica construir nuestras propias estrategias de inserción en este cambio de paradigma, alejándonos lo más posible del copiar-pegar esquemas del norte global, sino aprovechando las oportunidades y adaptar nuestros objetivos a las realidades territoriales del sur global.

Si no lo hacemos de esta forma, el pasaje del desarrollo informacional a la ciudad informacional seguirá cumpliendo el mismo rol en los países del hemisferio sur: incrementar la desigualdad globalizada.

Este estudio fue publicado por primera vez en Contraeditorial

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